viernes, 10 de julio de 2009

Pa rellenar...


Cual es la idea de ser komo una pelota de tennis si al final iwal se tiene ke elejir 1 lado, klaro ke kon el remordimiento de no haber elejido el otro?
Esto no se me vino a la kabeza asta ke me di kuenta ke San Viernes watio y me dejo mal xq' io keria pasarlo bn y kedo debiendo el ql.

jueves, 16 de abril de 2009

La historia del cassette


En 1963, la casa Philips lanzó al mercado los primeros grabadores para cintas de casete.

El casete compacto (como se llamó originalmente) fue patentado en 1964, por la división de los Países Bajos de la Philips Company, pero el nuevo invento no adquirió relevancia hasta un tiempo después.

En 1965, apareció la cinta magnética virgen, que se comercializó con distintos formatos.

El casete tenía sentido porque el magnetófono no era un equipo de fácil transporte ni portátil, el cassette, de mucho menor tamaño y compacto, quería solventar estos problemas y buscar esa franja de mercado que no estaba siendo cubierta.

La viabilidad comercial del nuevo invento se fue introduciendo lentamente. Al principio, finales de los '60 y principio de los '70, era tan pobre la demanda, que incluso se lanzaban los álbumes de música en cassette después de que se hubieran puesto a la venta los LPs. (Como ocurre hoy con el cine que primero se estrena en cine y tras un periodo se pone al a venta el DVD). La poca demanda se explica porque los primeros cassettes tenían inhabilitada la función de grabar, eran solo reproductores no grabadores.

La calidad del sonido del casete mejoro notablemente con la introducción de los sistemas de reducción de ruidos Dolby, lo que atrajo a nuevos consumidores y las firmas Ampex, Sony y TDK empezaron a producirlos en masa.

La cinta virgen fue introducida por la casa japonesa Maxell, a mediados de los '70, y, a finales de los años '70, Maxell y TDK se repartían el mercado de las cintas vírgenes.

En 1980, apareció la cinta de metal de mayor calidad y las compañías discográficas empezaron a lanzar simultáneamente los LPs y las cintas de cassette.

Paralelamente empezaron a aparecer los walkmans (pequeños reproductores de casete portátiles con auriculares) que permitían al usuario escuchar su música en cualquier momento y en cualquier lugar. Los modelos de walkman además empezaron a incorporar sintonizadores de radio AM/FM, agregando aún más diversidad a un qué usuario podría programar.

Los walkmans protagonizaron en aquella época la misma revolución social que, hoy por hoy, los reproductores de mp3. El usuario podía grabar en una cinta la selección de música que creyera oportuna y llevarla allí donde quisiera.

El desarrollo técnico efectivo del cassette cesó cuando los medios digitales de grabación tales como el DAT y el MiniDisc fueron introducidos al final de los '80 e inicios de los años '90. Anticipando el cambio de formato analógico a digital, muchas compañías importantes tales como Sony cambiaron su enfoque hacia los nuevos medios.

En 1992, Philips introdujo el Cassette Compacto Digital (DCC), las cintas DAT son parecidas en algunos factores al Cassette de Audio Compacto. Estuvo dirigido sobre todo al mercado del consumidor. Un "deck", platina o aparato grabador de DCC podía reproducir ambos tipos de cassettes. Al contrario que el DAT, que fue aceptado en uso profesional porque podría grabar sin pérdidas, el DCC no tuvo éxito en los ambientes caseros o móviles, y se dejó de fabricar en 1996.

En 1992 Sony lanza el Minidisc sin demasiado éxito. La idea era ser una alternativa al cassete y al CD, con una capacidad de almacenamiento mayor al cassette y un tamaño menor al CD.

La microcassette en muchos casos ha suplantado el cassette audio del mismo tamaño en situaciones donde está toda la fidelidad del voz-nivel que se requiere. Por ejemplo, en las máquinas de dictado y los contestadores automáticos. Incluso éstos, alternadamente, están comenzando a llevar a los registradores digitales de varias descripciones. Dado el aumento de uso de los CD-R, MP3 almacenado en memoria-flash e iPod como reproductores, el fenómeno de “grabación casera” ha cambiado con diferencia, al obtener ahora mismo, los datos, ya sean de audio o de cualquier otra cosa, de internet, con unas calidades estándares.

Debido a demanda del consumidor, el cassette ha seguido siendo influyente en diseño casi dos décadas después de su declinación. Mientras que el disco compacto (o CD) creció en renombre, los adaptadores audio cassette-formados fueron desarrollados para proporcionar una manera económica y clara de obtener funcionalidad del CD en los vehículos equipados con pletinas de cassette. Un reproductor de CD portable hizo que su línea, además de digital, fuera análoga al poder conectar con el adaptador el reproductor de CD a la pletina de Cassettes. Estos adaptadores continúan funcionando con los reproductores MP3 también, y son generalmente más confiables que los transmisores de FM que se deben utilizar para adaptar lectores de CD a MP3s. Los reproductores MP3 formados como cassettes de audio también han hecho posible que puedan ser insertados en cualquier reproductor de cassette audio y comunicarse con la cabeza como si fueran cassettes normales.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Un Cuento Para Dormir


CUENTO PARA MAYORES

Una mañana cualquiera de julio, tras un sueño intranquilo y como quien amanece con una espinilla nueva, Edgardo despertó convertido en ciudadano. Así, como por arte de magia, de pronto ostentaba 18 años; podía empilucharse en público para obras de arte, podía casarse, comprar neoprén, arrendar películas porno (en teoría, porque no tenía ni un veinte), debía asumir responsabilidad penal plena, debía hacerse cargo de lo que firmaba, debía inscribirse para votar, para el servicio militar, ser un “ciudadano útil a la patria”. Una infinidad de deberes, más que los poderes. Más encima ninguna de las nuevas posibilidades que se le abrían con 18 años le interesaba: no le atraía en absoluto empilucharse en público (con ese frío de julio, por lo menos, no), no pretendía ni creía que hubiera alguien que lo aguantara para casarse, por ahora no necesitaba neoprén (le bastaba con el Stic-fix y el scotch de olor rico). La única posibilidad que lo atraía era la de coleccionar los “libros del ciudadano”, idea que rechazó por parecerle muy tonta a su primo Sergio Remiso.

Su primer deber como ciudadano de voluntad propia fue quedarse en la cama tapado entero. No hubo poder humano que lo sacara de ahí.

Recordó la tarde de hacía ya 4 años (el 22,2% de su vida) en que fue a sacar su primer carné de identidad (sugerente: “de identidad”, como si te ayudara a encontrarte “por la senda de la vida” o algo así). Llegó ante la especie de mesón que servía para brindar atención en el registro civil de Penco. Un caballero flaco, pelinegro y con la mirada más demoníaca que jamás había visto (después vio muchas peores) lo atendió.

- Buenos días- saludó Edgardo, en busca de algún gesto que le asegurara o por lo menos le diera la esperanza de que aquel hombre no pretendía asesinarlo.

- Buenas tardes- corrigió el demoníaco. A Edgardo le hubiese gustado decirle: “no, ‘buenos días’; es que yo quiero que pase todo el día bien, no sólo la tarde”, pero sería como sacarle la madre. Con el genio que se gastan los funcionarios públicos. Nunca le achuntaba al saludo.

- Necesito sacar mi carné.

- Tu carné…- Comenzó a decir automáticamente. Se puso nervioso y murmuró unas palabras mientras se movía de un lado a otro y Edgardo no le entendió un carajo, así es que asumió que debía pasar la plata. El demoníaco se la recibió. Así Edgardo aprendió como se solucionan las cosas entre ciudadanos, conocimiento práctico muy utilizable en el diario vivir. Recordó el preciso instante en que estampó su chora firma en el hoyo picante de un carné viejo que servía como delimitador (“será muy chora tu firma, mijo, pero de aquí no te puedes pasar”); también recordó la cara de aquel hombre cuando se le cayó la mano con los dedos manchados con la tinta de huellas dactilares en el pulcro y reluciente mesón. Y ahora que no iba a poder andar estampando su firma así como así en documentos, como quien caricaturiza un pene en un baño público.

- ¿Y tú no piensas levantarte hoy?- le gritó desde el comedor su mamá. Edgardo no contestó; consideró que así no se le hablaba a un ciudadano.

- Pueden nivelar sus estudios dentro y una vez fuera, les buscamos su profesión y los dejamos trabajando- decía el militar que fue una mañana al colegio con el cantón de reclutamiento, como si hacer el servicio fuera la papa de la vida. Edgardo se inscribió en breve, no precisamente encandilado por la idea, sino para evitarse futuros trámites. “Útil a la patria” les llaman a esos muchachos. Edgardo toda su vida anheló ser un inútil a la patria. “La patria”, como si fuera una cosa concreta, un imperio… ni siquiera “una” sino “la” patria; y pensar que era una cuestión sin patas ni cabeza.

- A la patria es más factible serle útil no siendo militar- le dijo alguna vez su padre, Sebastián.

- ¿Qué quieren ser cuando grandes?- les preguntó la tía del kinder.

Edgardo nunca tuvo la vocación necesaria para estudiar bachillerato, por lo tanto aquel día que fueron de la U. a dar una charla informativa a su colegio, aceptó el folleto informativo sin mucho interés. “Bachillerato” decía en lo alto, y bajo el nombre un presumible profesor rodeado de alumnos sonrientes, alegres porque no se deciden de una vez que quieren hacer de su vida.

Parecía que ayer había sido cuando lo llamaron para que se entrara a la casa a estudiar y tuvo que dejar a medio hacer la casa-club secreta, pretendiendo retomar su construcción. Pero no fue ayer; fue hace ya algunos años. La casa secreta no la terminó nunca y después de acostarse no se despertó hasta ahora, convertido de pronto en ciudadano.

Todavía está tapado, tratando de decidirse a levantarse.